Unforgettable

14 de Junio 2024

Era inevitable, la luz comenzaba a invadir la sala por la ventana como cada mañana alrededor de las once y media, empezando por el rincón de las fotos de familia, allí donde quedaban registradas las bodas, los nuevos nacimientos y aquellos que tomaban la primera comunión. Luego, centímetro a centímetro se deslizaba por el cuarto, llenando de luz cada recodo del pequeño salón del quinto izquierda, mientras en el ambiente, empezaban a percibirse los primeros aromas de la comida de ese día, olores y sensaciones que unidos al calor que dejaba la luz a su paso, hacían un lugar cálido, único y especial a aquella habitación.

El permanecía inmóvil, sentado en su vieja butaca de orejas grandes, desgastado y roído color marrón, jugando con las manos entrelazadas y la mirada perdida, como quien intenta recordar algo que hace tiempo que olvidó. Buscando entre sus bolsillos el pañuelo que tiene en la mano, acariciándose el pelo con las dos manos acompasadas, desde la parte frontal hasta la nuca, intentando espantar la niebla que encapota su razón.

A sus ochenta y seis años era otro hijo cansado de la gran depresión, la mayor crisis que ha azotado al planeta en el último milenio, sobrino de una de las peores guerras de la historia y nieto de la que la precedió. Afortunadamente para el no recordaba absolutamente nada, solo se dedicaba a mirar impávido, la sombra que a su paso dejaban los objetos en el suelo del sala, o regalaba una ligera sonrisa, esbozada entre el nariz y el mentón, fueses quien fueses, como quien lo hace por cortesía o educación.

Con frecuencia, se apoyaba la barbilla en la mano como quien busca entre las conexiones neuronales encontrar alguna cosa quedándose inmóvil, simulando, la estatua de Rodin, el gran pensador. Dejando que pasara el tiempo hasta la hora de comer, sin más quehacer que mirar la pared de aquel cuarto iluminado e intercambiar de bolsillo el pañuelo y la vieja y gastada boquilla de su vetusto saxofón. El envejecido fabricante de instrumentos de viento y madera, guardaba con esmero la anticuada boquilla, dándola cuidado y lustre con el pañuelo de forma delicada y suave, siempre en el mismo sentido, en la que giran las agujas del reloj. Su tienda ya caduca, ahora se debate entre la vida y la muerte desde que él por culpa de la memoria, desafortunadamente la abandonó.

Tras una vida larga y provechosa, a estas alturas, ya era padre de dos hijas maravillosas, abuelo de otras tantas nietas, bisabuelo del hasta ahora, único varón. A su mujer, la conoció en un baile de fin de curso y en el último baile lento se enamoró. La vida nunca fue fácil y menos en los tiempos que corrían, pero no existen metas pequeñas, para una pareja que siempre lucha y que por nada ni nadie se rindió. Así que juntos se fueron abriendo camino, agrandando noche a noche su lema; ¡Si tú no puedes, hoy remo yo! Y aunque la vida con perspectiva siempre parece más fácil, porque los buenos momentos hacen olvidar los que gobierna la sinrazón, la suerte pareció serles esquiva, aunque como ella decía, la fortuna más grande ha sido la de estar juntos siempre, los dos.

Ella, hacia el mediodía, entra en la sala delicadamente, se acerca al tocadiscos, acomoda la aguja encima del disco de Nat King Cole y deja que suena la canción, al marchar, descoloca de la mesa que está al lado de donde él se sienta, el cenicero que regalo su padre a su marido el día que se casaron y le acaricia la mano suavemente, saliendo del cuarto con presteza, cerrando la puerta para evitar que nadie interrumpa este instante que desde hace tiempo convirtieron en costumbre, el hábito, la práctica y la repetición.

Él se roza el dorso desde los dedos hasta la parte superior, como si algo se hubiera despertado en él, intentando recuperar en sus caricias el tacto suave que hace un segundo le recorrió. Suena de fondo en el viejo tocadiscos Unforgettable, se despeja lentamente la bruma que oscurecía su juicio y empieza a reconocer la melodía que recorre los rincones del salón. Los primeros recuerdos brotan en su mente, una pista de baile, una faldilla y sus dobleces, unos elegantes zapatos negros de tacón.

De repente, la imagen de una sonrisa clavada en su mirada le atraviesa el alma, mientras piensa; ¡Es esta, es esta nuestra canción! Y quiere salir corriendo, pero no sabe dónde porque su cerebro aun desorientado, sus ideas y sus piernas aun no conectó. Así que se limita a retener esa idea en la cabeza, la de una mujer que le ha acompañado más de sesenta años en su vida, con la que compartió alegrías y penurias, de la que un: ¿Baila conmigo la siguiente pieza? se prendó, aquella que lo acompaño en su viaje prácticamente desde el principio, su único y gran amor.

Redescubre su vida a medida que avanzan los segundos, su mujer, sus hijas, sus nietas, su bisnieto, su trabajo y su afición. Cada uno de los momentos compartidos, los sueños, los besos, las caricias y las palabras y de repente llega el instante en que del significado de la palabra alzhéimer, se olvidó. Observa el viejo cenicero y sabe que aquella no es su posición, así que lo devuelve a su espacio correcto, se reclina de nuevo sobre el sofá y deja que suenen las notas finales del poema, mientras se evapora su entendimiento en los últimos acordes y todo vuelve a la misma normalidad, la misma que cuando empezó.

Acabada la balada, ella vuelve sonriente a apagar el tocadiscos, mientras observa el gesto radiante en su marido y que él cenicero su antigua posición recuperó. Se detiene frente a él, observa en su mirada la sinceridad de su sonrisa y lo besa en la frente mientras deja escapar una lágrima de emoción, vuelve a la cocina donde le espera su nieta impaciente que como cada lunes vino a comer a casa, y la joven curiosa e intrigada le pregunta: ¿Abuela porque pones siempre la misma canción?

A lo que la anciana les responde: Porque fue con esta canción con la que bailamos nuestro primer baile, con la que hicimos por primera vez el amor. Porque es increíble como la música se aferra a uno y traspasa fronteras, porque hay distancias que parecen estar lejos y en realidad están cerca si se caminan con pasión, porque hay personas y sentimientos que son inolvidables, que ni la enfermedad más devastadora puede hacerte olvidar, aquellos que sucedieron en el seno del cariño, se alojan, y viven por siempre dentro de nuestro corazón.

"Unforgettable"

Unforgettable, that's what you are

Unforgettable though near or far

Like a song of love that clings to me

How the thought of you does things to me

Never before has someone been more

Unforgettable in every way

And forever more, that's how you'll stay

That's why, darling, it's incredible

That someone so unforgettable

Thinks that I am unforgettable too

Unforgettable in every way

And forever more, that's how you'll stay

That's why, darling, it's incredible

That someone so unforgettable

Thinks that I am unforgettable too

Nat King Cole